Del otro lado de los espejos

Sin que me diera cuenta, cuando te abrí las puertas para dejarte entrar, cuando apoyé mi cabeza en tu hombro y me quedé dormida pensando que me cuidarías, que espantarías los fantasmas que arrastraron sus cadenas en todas las noches de mi infancia... sí, sin que me diera cuenta, desovillaste el último hilo azul del asombro.
Y ahora las heridas no sólo están abiertas sino que duelen, sangran, arden. Y la noche no solamente es negra, sino que me encierra y me ciega.
Pero necesité tiempo para comprobarlo, y en ese tiempo sucedieron cosas, aprendí a caminar con el ritmo de tus pasos, a tocarte el brazo cuando sonaba la campanilla del despertador, a acomodar mis preguntas a los monosílabos de tus respuestas, a tomar las formas de tus silencios como el agua toma forma del recipiente que la contiene. Habías reforzado tu rica armadura con los tres o cuatro gramos que me sacaste ¿Y de qué sirve?
Estás atrapado en tu dura defensa. Estás envuelto en ella, nada te llega, todo choca contra la barrera inviolable: alegrías, emociones, tempestades y estrellas.
No sufrís es cierto, pero tampoco sos feliz.
Aunque a todos les muestres la bella cara, que está en la región exterior de los espejos, aunque quieras vos mismo convencerte de que esa es tu verdadera cara y la mires complaciente...sabes que no es así, que tu verdad está del otro lado de los espejos, allí dónde mi dolor grita, donde mi soledad te acusa, donde los relojes aceleran su latido buscando un pronto final irremediable, donde a pesar de TODO, te espero, dolorida en sombras sin campanas...para que me salves, aunque sea devolviéndome lo que sacaste, sólo eso, sin darme nada más que ese soplo de asombro y esperanza que me permita ocupar el metro cuadrado de vida en el que tengo que quedarme quieta hasta que ALGUIEN; VOS, otro..(pero por favor vos, VOS) me tienda su milagro.

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